Quien viaja deprisa, pierde la esencia del viaje.

10.9.12

Del Tranco al Artuñedo.


Sin sus hombres y mujeres. La sierra, es sólo piedra.
José Cuenca   -La sierra caliente-.



Una nueva escapada al Sur, me pone en contacto con mis amigos, “los frescales de los miércoles”, un grupo de lo más heterogéneo y simpático, que uno pueda encontrar. Eso sí, grandes amantes y conocedores de estas sierras, -cierto es, que por las fechas en que estamos, son muchas las ausencias-.
Esta vez, la ruta que plantean, es, lo que ellos llaman de exploración, pues ya son pocos, los lugares que les van quedando por conocer, dentro del parque natural.
Nuestro camino, empieza en las cercanías del embalse del Tranco, allá por las juntas de los arroyos Montero y Frío. Seguimos este último, aguas arriba, unas veces por sendas ya olvidadas y otras directamente por sendillas hechas por la fauna que habita en la zona.
Según nos vamos adentrando en la Cerrá, nos asombra el agua que recorre este paraje, y la abundancia de antiguos cortijos que hay, -señal de la importancia que tuvo esta zona en su época-, cortijo de Elíseo, Los Periquillos, Los Coloraillos, y algunos más que se olvidan. Pero si importantes fueron los cortijos, no menos importantes lo son sus fuentes. Fuentes que este grupo de amigos, se encarga de restaurar en la medida de sus posibilidades, pues saben bien de su importancia, para todos aquellos que de un modo u otro, recorren  estos caminos.
El camino, nos va dejando rincones de, una gran belleza, y  en más de una ocasión, tenemos que pelear literalmente con la maleza para poder acceder a ellos; del mismo modo, que en momentos de dudas, también pone a nuestro alcance, restos de algún viejo cortijo, que nos señala  la buena dirección.
 Pese a que mis compañeros son  conocedores del entorno y saben orientarse fácilmente, en alguna ocasión, su intuición falla, o tal vez puedan  sus ganas por seguir,  lo que creen  viejos caminos. Fuese por el motivo que fuese, al final toca pasar,  por un momento un tanto delicado, en el que nos acordaremos, de aquella fuente que ya se quedo muy atrás y del sol que aprieta inclemente.
Si en más de una ocasión, observásemos bien, e hiciésemos caso a los viejos serranos, -que en el fondo, saben más que nosotros de estos menesteres- cuantos malos ratos no evitaríamos, - eso sí, después quedan para unas risas y como simple anécdota-.

Arroyo Frío.







Los Coloraillos.




Llegados al Artuñedo, uno de los objetivos del día, hablamos con algunos de los habitantes de esta pequeña aldea, que se muestran extrañados de nuestra osadía y piensan que andamos un poco locos,  al caminar por esos lares con “la calo” que hace y tras un rato de  conversación, nos indican  la dirección a seguir. Después de refrescamos bajo el chorro de agua de su lavadero, -esto nos ayuda a recuperar parte de las fuerzas perdidas-, y  de un merecido descanso, seguimos  nuestro camino.
El collado de La Romana, nos lleva hasta la casa forestal de Las Hazas, con lo que nuestra circular se va completando poco a poco.  Gracias, a que recientemente han limpiado de maleza esta parte de la sierra, nuestro caminar se hace más llevadero, El Yelmo, La sierra de Las Villas, Peña Amusgo, se van colando por nuestra retina y el final de nuestro camino se ve cercano, al igual que el embalse del Tranco, cosa que vamos agradeciendo, pues van muchas horas de camino, el sol no dio tregua alguna y los pies ya van  renqueando. 
Como final a este camino, toca una merecida penitencia frente a unas frías cervezas, y como no, unas risas mientras comentamos las anécdotas del día en animada conversación.



El Artuñedo.



Hacia el collado de La Romana.

El Tranco y La sierra de Las Villas.

C.F de Las Hazas.

Los padres de la criatura.

Embalse del Tranco.

Tornajo y Peña Amusgo.

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